En el siguiente texto, se encuentran una serie de errores:
Mientras trepábamos por la abrusta vereda que serpenteaba alrededor del monte, vi la abadia. No me imprecionó la muralla que la rodeaba, similar a otras que había visto en todo el mundo cristiano, sino la mole de lo que despues supe que era el Edificio. Se trataba de una construción octogonal que de lejos parecía un tetrágono (figura perfectísima que espresa la solidez e invulneravilidad de la Ciudad de Dios), cuyos lados meridionales se erguía sobre la meseta de la abadía, mientras que los setentrionales parecian surgir de las mismas faldas de la montaña, arraigando en ellas y alzándoce como un despeñadero. Quiero decir que en alguna partes, mirando desde abajo, la roca parecia prolongarse hacia el cielo, sin cambio de color ni de materia, y convertirse, a cierta altura, en burche y toreón (obra de gigantes habituados a tratar tanto con la tierra como con el cielo).
Mientras trepábamos por la abrusta vereda que serpenteaba alrededor del monte, vi la abadia. No me imprecionó la muralla que la rodeaba, similar a otras que había visto en todo el mundo cristiano, sino la mole de lo que despues supe que era el Edificio. Se trataba de una construción octogonal que de lejos parecía un tetrágono (figura perfectísima que espresa la solidez e invulneravilidad de la Ciudad de Dios), cuyos lados meridionales se erguía sobre la meseta de la abadía, mientras que los setentrionales parecian surgir de las mismas faldas de la montaña, arraigando en ellas y alzándoce como un despeñadero. Quiero decir que en alguna partes, mirando desde abajo, la roca parecia prolongarse hacia el cielo, sin cambio de color ni de materia, y convertirse, a cierta altura, en burche y toreón (obra de gigantes habituados a tratar tanto con la tierra como con el cielo).
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